En ocasiones envidio sanamente a ciudades y regiones que cuentan con emblemáticos iconos como referencia visual. Un edificio, un animal, un elemento natural, etc. Ejemplos hay para dar y tomar: la Torre de Pisa, el Atomium de Bruselas, la Ópera de Sidney, o por acercarnos más a Murcia, el Indalo de Almería, la Cruz monogramática de Begastri en Cehegín, o los molinos manchegos. En Murcia quizá sea la torre de la Catedral la imagen más conocida de la ciudad.
Recientemente el Ayuntamiento de Murcia intentó, con escaso éxito, conseguir que se reconociera como Reserva de la Biosfera el territorio donde vive el búho real. Pocos murcianos saben que las montañas que separan la Huerta, del Campo de Murcia y el Campo de Cartagena, albergan una de las mayores concentraciones de búho real del mundo, en torno a 60 parejas de rapaces.
Durante el tiempo en el que se mantuvo la esperanza de que la UNESCO valorara la petición del consistorio, imaginé que ese logotipo podría convertirse en un estupendo icono, no sólo de la iniciativa para la que se diseñó, sino de toda la ciudad, pues constituía un elemento diferenciador. Lamentablemente el abandono del proyecto dio al traste con la posibilidad de que el simpático animal ocupara camisetas, partes traseras de vehículos, y jarritas de tiendas de souvenirs.
Otras de las imágenes con potencial suficiente son los exvotos íberos que expone el Museo Arqueológico, incluyendo figuras humanas y animales, entre las que destaca un caballo rampante. Halladas muchas de ellas en el Verdolay, y pese a su pequeño tamaño, destacan por la fuerza expresiva y por la magia que tiene toda pieza-ofrenda realizada por nuestros antepasados.
Otro de los elementos que podría convertirse en icono de la ciudad es el Castillo de Monteagudo con su Cristo redentor, no por el carácter religioso, sino por la importancia histórica del enclave, y la imponente atalaya que preside la planicie de la Huerta. Hoy mismo hemos conocido que el Gobierno de España destinará 800 000 euros a su recuperación, algo deseado por la sociedad murciana, aunque con silente reivindicación. El castillo, medieval de origen musulmán, está coronado por una imponente figura de Cristo, similar al célebre icono de Río de Janeiro, y que sustituye a una anterior derribada, y que está fechada en mitad del siglo XX. Junto al Castillo en sí, se encuentran otras construcciones musulmanas como el Castillejo y el Larache, lo cual enriquece aún más el entorno al tratarse de edificios con relación histórica entre ellos.
Este proyecto de recuperación, junto al descontextualizado (de momento) Centro de Visitantes de San Cayetano, podría constituir ese icono que la ciudad de Murcia necesita y que incluso ha contado con ideas como la instalación de un teleférico o funicular.
¿Qué opinas? ¿Es este el icono que Murcia necesitaba?