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Charlamos con Antonio Botías, cronista oficial de la ciudad de Murcia. Licenciado en Periodismo, actualmente trabaja en el diario La Verdad, aunque los últimos años ha desempeñado tareas de comunicación y prensa en el Ayuntamiento de Murcia, en diferentes mandatos del exalcalde Miguel Angel Cámara. Botías es, además, profesor en la Universidad Católica San Antonio de Murcia, y un gran conocedor del patrimonio y la historia de la ciudad.

P. ¿Qué significa ser cronista de una ciudad?

R. Creo que todos los apasionados por la historia llevamos dentro un cronista. Es como una extensión de la mente y del alma, a partes iguales, una extraña ramificación que nos hace preguntarnos por qué sucedió esto, qué fue de aquello, cómo es posible esotro… Por eso, aunque el reconocimiento oficial de ese estado mental es agradable, no influye en absoluto en la dedicación al pasado, a las costumbres y, aunque no lo parezca, al futuro y a cuanto nos depare.

P. ¿Es un cronista el que más sabe?

R. (Risas) En absoluto. No considero que el conocimiento pueda medirse o pesarse. Una de las tareas del cronista, a mi humilde entender, también es valorar el presente, por ejemplo. Y sobre el particular es muy probable que, según la materia, muchos sepan más que cien cronistas juntos. Creo interesante que el cronista se dedique, aparte de la investigación, a la divulgación de contenidos, haciéndolos asequibles a la sociedad, acercándolos a todos. Solo con lograr eso habrá tenido éxito.

P. ¿Qué diferencia, para bien, a Murcia del resto de la Región?

R. Para usted y para mí, la diferencia que hemos nacido en ella. Con eso bastaría. Pero súmele la belleza (aunque en decadencia) de su huerta, la riqueza de sus costumbres, folclore y gastronomía, la herencia de su patrimonio histórico, que tanto habría que defender. Y luego, esos detalles que nos hacen tan diferentes y que estamos perdiendo a toda prisa: la forma de celebrar la noche de ánimas, la Navidad y Semana Santa.

P. ¿Se calla cosas un cronista?

R. Un cronista siempre es oficial; pero debe ser también oficioso. Aparte de veraz. Por eso es imposible, o cuando menos recomendable, no callar nada. Y en Murcia, quizá más que en otros sitios, si los cronistas callaran hablarían las piedras… las piedras de los monumentos que se desmoronan ante nuestros ojos. Piense en Monteagudo, los yacimientos de La Alberca y Algezares, las casas-torre, las acequias que no tienen quien las defienda. El silencio ante eso sería complicidad. Y la historia juzga de una forma terrible a los cómplices.

P. ¿En qué momento histórico te habría gustado vivir, por qué?

R. Es algo realmente complicado en una Murcia que atesora un pasado brillante. Imagine estar presente en el trazado de la red de acequias musulmana. O contemplar los castillos de Monteagudo y la ciudad en todo su esplendor. Quizá en el siglo XVIII, con la espectacular transformación de la urbe. El siglo de Salzillo, nada menos. Le haría una gran entrevista, por descontado. O en el último tercio del siglo XIX para disfrutar del inicio y desarrollo del legendario ‘Diario de Murcia’ y el bullicio cultural que, un poco más tarde, traería el cambio de centuria a la ciudad.

P. ¿En qué rincón de la ciudad te sientes mejor?

R. A la puerta de una antigua casa de la huerta, bajo la higuera o la parra, al atardecer, tras una larga sobremesa y una inevitable cena entre amigos.

1. Un bar: Pepico, el del Tío Ginés.

2. Un pintor: Brueghel el Viejo.

3. Un escultor: Miguel Ángel.

4. Un barrio: Triana (Sevilla) San Antolín (Murcia).

5. Un personaje histórico: Leonardo Da Vinci.

6. Una fiesta: Día de Todos los Santos.

7. Un paisaje: San Gimignano, Toscana.

8. Un libro de Murcia: Escuela de Mandarines.

9. Un día del año: Nochebuena.

10. Una calle: Calle de la Aurora.

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